Donde los sueños corren

Me acuesto sobre la alfombra, cansada del polvo y pretendo dibujar los necios que gritan desde las ventanas que debo bajar. Los insectos se pasean cual parque inaugurado, se pierden entre las frondosas hierbas que recrean las grandes hebras parduscas. El día es opresivo, su luz amarillenta me acaricia los pómulos enrojecidos por la rápida agitación ¡Como detesto que me toque!

Un impulso me encadena al golpe de levantarme, mi tobillo se trunca, se endereza, se prepara ¿Por qué? ¿Qué es? ¿Qué hago? ¿Cómo lo hago? Me toca, mi pierna también lo sigue, se dobla, se despega, corro ¿Dónde estoy ¿Dónde estás? ¡No!

No pierdas tiempo ¡corre! no ves que la marea sube, se pasean los huéspedes, nauseabundos en los columpios, esos que quedan en la espumilla del mar después de penetrar las rocas. Advierte la lejanía de las camarillas agotadas de no buscar, mira los ojos pálidos, casi albinos, míralos combinar con las membranas humanas ¡Escóndete! Siente el sonido sobre tus pies, acuérdate de ese vibrar nostálgico.

¡Corre! No mutes oídos, no mutes ojos, no mutes bocas. Es mas, esconde manos, esconde pies, derrítete con el sudor de la persecución. Se estados, se sólidos, sé líquidos, mézclate con el humo del cigarrillo. ¡Piérdete! ¡Abandónate¡ ¡Desperdíciate!

La arena del desierto se ha vertido en los mares, no has corrido ¿Dónde has estado?, no has saltado ¿Dónde has mirado? Ya no eres imagen aferrada a una figura, no eres don, eres una sabandija en la ciudad de la Gloria.